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viernes, 11 de mayo de 2012

Las ocho y tres minutos.

-5-


       El pelo del joven que estaba recostado en su cómodo sillón de ochocientos dolares parecía una escoba. Por el centro se erguía majestuosamente, brillando ante la pantalla del ordenador que tenía enfrente debido a la enorme cantidad de gomina necesaria para mantener eso en pie. Sin embargo, por los lados iba rapado al mínimo. Vestía un traje bastante caro, mucho más que el sillón, y en general toda la casa gustaba de una decoración exquisita. Exquisitamente cara, por supuesto.La habitación estaba minimamente amueblada –la mesa del ordenador, el sillón, una estantería y poco más pero esas pocas piezas de decoración derrochaban lujo por los cuatro costados.Incluso la pluma que sobresalía de uno de los bolsillos del joven era ridículamente cara.
       De vez en cuando se levantaba de su sillón para teclear algo en el portátil, y observaba la hora. Eran las ocho y tres minutos de la mañana, según su Rolex. Odiaba que le hicieran esperar, era una de las cosas que más aborrecía desde que se metió en este tipo de negocios.
       Se levantó y estiró los brazos, flexionándolos, así como las piernas. Comenzó a caminar hacía la estantería, donde una gran colección de discos reposaba cerca de un equipo de música de última generación. La colección de discos era bastante variada; desde el más clásico Mozart, hasta Slipknot, cuya música muchos definían como satánica. Se decantó por algo clásico, Rossini.
       Se deslizó por la amplia habitación mientras realizaba ridículos movimientos y dirigía  los muebles con un batuta invisible, al son de The Thieving Magpie. Un sonido le llego desde el portátil, había recibido un nuevo mensaje.  Releyó la conversación.

        > ¿Lo tienes?
       >> Sí.
        > ¿Y a que coño esperas?
        >> Faltan unos pequeños detalles, espera.
        > ¿Detalles? Joder, suéltalo ya.
        >> No está listo. No del todo.
        > Me la suda si está listo, tu hazlo.
       >> ¿Seguro?
        > Seguro.
        >> Dime la clave entonces.
        > Espera.
        > La clave es VIRGILIO. En mayúsculas.
       >> Vale.
        >> Espera un momento, voy a lanzarlo.
        > No tardes, ya son las ocho y tres minutos.
        >> Tranquilo.
        El usuario Dante815 ha cerrado sesión.
        > ¿?
        El usuario Dante815 ha entrado en la sala.
        > ¿Ya?
       >> Si. Nos veremos pronto.
      
        Entonces, emocionado  y con una diabólica sonrisa en su cara tecleó:

      >No creo. 


       Se dirigió al icono superior y pulsó en finalizar conversación. Cronos23 ha cerrado sesión. Apagó el ordenador y se dirigió al ventanal desde el que divisaba gran parte de la ciudad. Una silueta negra surcó el cielo a lo lejos, para luego desaparecer al empotrarse contr un edificio. Una densa columna de humo se irguió donde antes estaba el hospital. El joven crujió los dedos de su mano derecha a la vez que la sonrisa se  extendía más y más por su afilado rostro.
       – Que empiece el show.

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