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miércoles, 4 de abril de 2012

Interesantes revelaciones.

-4- 


       
      La estación de metro de Selbuort no era especialmente conocida por la capa de basura que se acumulaba en cada esquina o por las manchas de sangre seca del espejo del cuarto de baño femenino, ni siquiera por el cadáver del gato a la derecha de las escaleras de entrada. Era conocida por ser una de las estaciones menos frecuentadas por gente moralmente aceptable del condado (la Guía para Nuevos Turistas aconsejaba rutas alternativas para evitar los posibles problemas que podría acarrear visitar esa estación).
       No era un lugar especialmente grande, y solo una linea pasaba por allí. Los fluorescentes del techo, que fallaban en su mayoría, junto a las incontables obras de arte urbano que adornaban las paredes le daban a la estación un aspecto lúgubre y descuidado. Unos bancos de color grisáceo que reposaban delante de tres gruesas columnas de hormigón eran la única decoración de la zona, ademas de una papelera que parecía vomitar todo tipo de desechos por su abertura.
       El tren se detuvo suavemente y las puertas se abrieron, dejando salir a sus cinco ocupantes. Nadie quería permanecer en el mismo lugar que los tres sanguinolentos cadáveres.
       No llevaban ni treinta segundos fuera del aparato cuando dos figuras aparecieron de detrás de una de las columnas. Eran dos hombres, vestidos con indumentaria militar. En sus manos sostenían sendos rifles automáticos, que apuntaban directamente al grupo.
       — No den ni un paso más, ¡y que alguien diga algo con sentido!
       El que habló no tenía más de treinta años y en su voz se atisbaba un deje de desesperación y miedo. Sudaba copiosamente y el rostro le brillaba bajo los intermitentes fluorescentes al igual que el otro soldado, el cual se limitó a seguir apuntando con el arma apoyada en el hombro. El grupo que estaba siendo encañonado por los dos desconocidos surgidos de la nada estaba tan asombrado como asustado, y ninguno se atrevía a articular ni una sola palabra, pese a la orden de que alguien dijera algo.
       — ¡Maldita sea, digan algo o les juro que este sitio será vuestra tumba! —volvió a vociferar el mismo soldado, que dio un paso adelante y agarró el fusil con más fuerza.
       — ¡Espere! –fué Teo el que abrió la boca—. Algo con sentido...joder... —masculló por lo bajo—. El metro ha implementado un nuevo sistema de guía sin piloto...
       Los soldados dudaron un momento, pero luego bajaron las armas y se relajaron. 
       — Menos mal, no quería dispararos — dijo el soldado, quitándose el caso y dejando ver su corte militar.
       — ¿A que ha venido esto? ¿Que está pasando aquí? —preguntó Eli.
       — Señora, solo queríamos comprobar que eran.... ya sabe, normales.
       — ¿Normales? –inquirió Teo.
       — Jackson, creo que no saben nada de lo que esta pasando —dijo el soldado que hasta ahora había estado en silencio. El tren reanudó su marcha.
       — Joder, pues tienen suerte estos capullos, Taylor —respondió Jackson.
       — ¿Que es lo que está pasando?
Teo no entendía nada, y a juzgar por las caras de sus compañeros de trauma, ellos tampoco.
       — Han sido los rusos, lo han jodido todo —dijo Taylor, secándose el sudor de la cara con su manga derecha. Tambien había prescindido de su casco, y lucía el mismo pelo que su compañero, lo que provocaba que su parecido fuese más que notable.
       — Cállate, han sido los japoneses, los rusos no son tan listos —dijo Jackson
Al ver los rostros de confusión que les observaban Jackson añadió:
       — En realidad son solo conjeturas nuestras, nadie sabe quien lo ha hecho.
       — ¡¿Quien ha hecho que?! —explotó Matt, alzando la voz.
       — Eh, eh, tranquilízate, negro –dijo Jackson levantando la mano mientras Matt lo asesinaba con la mirada—. No sabemos mucho, nos hemos limitado a seguir las órdenes de nuestros superiores. Esta mañana han volado por los aires un puto hospital de la parte norte de la ciudad. ¡Un maldito hospital! ¿Que culpa tenían? Un avión se ha estrellado contra el edificio, como en el jodido once de septiembre. Al parecer han ocurrido atentados similares por distintas partes del país.
       — Pero si solo fuera eso podríamos estar agradecidos —dijo Taylor.
       — ¿Qué? —preguntó Teo.
       — Tío, ahí arriba todo es un jodido infierno. Todos se han vuelto locos, se atacan entre ellos y si te cogen no dudan en hincarte el diente como si fueras su puto kebab —respondió Jackson—. Eramos cinco en nuestra unidad, se suponía que solo teniamos que controlar unos disturbios pero...
       — Se han merendado a Clark y Carlos, después ibamos nosotros. Hemos abierto fuego, pero esos cabrones eran duros de roer. Nos superaban en relación de tres a uno, más o menos, pero aún yendo armados nos hemos visto obligados a huir —dijoTaylor.
       — Con nosotros iba una chica, también soldado, pero al huir ella corrió en otra dirección —concluyó Jackson.
El silencio inundó la sala durante unos largos segundos, solo interrumpido por el sonido de varias alarmas que se filtraba por las escaleras de entrada.
       — Nos estáis tomando el pelo —dijo Teo—. Nos estais diciendo que ahí fuera se ha vuelto todo el mundo loco, después de una recreación del once de septiembre, y que se comen unos a otros. Y todo eso en... —Teo miró su reloj, eran las nueve y treinta y dos minutos—. Una hora y media. ya que antes de subirme a ese tren no he oído ninguna información relacionada con lo que decís.
       — Esta mañana han cortado todas las vías de comunicación; televisión, radio... Ni siquiera funciona el número de emergencia –dijo Jackson–. Yo tampoco puedo creerme que hace dos horas estuviese en la cama, soñando con una chica de exuberantes pechos.
       Un sonido metalico llegó a lo lejos, de la zona de la entrada. Despues una especie de gruñidos.
       — ¡Mierda Jackson, se han cargado la verja!
       — Mantenganse detrás de nosotros, dejen a los profesionales.
       Ambos clavaron la rodilla en el suelo, apretaron la culata del arma contra su hombro y alinearon su ojo bueno con la mira del arma, dispuestos para lo que se avecinaba.

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